El profe primerizo
Abríamos y cerrábamos una de las asignaturas del Máster de Secundaria respondiendo a qué es ser profesor (como si nos pudiésemos hacer a la idea). Ahora me siento en la necesidad de reformular esta carta a mí mismo, después de un tiempo en las aulas. y es que, sí, aprendíamos ilusionados, tal vez ilusos, un montón de técnicas, métodos, herramientas TIC... Pero sin duda, los términos triunfantes eran siempre grupos cooperativos, rúbricas y unidades didácticas. En todas las clases nos relamíamos entorno a ellos.
Entonces acabas el máster (cuyo nombre es demasiado rimbombante) y aterrizas en un aula de 1º ESO con veinticinco niños, con tu actividad cooperativa de gamificación que tanto te curraste en las prácticas, claro está. También, por supuesto, con tu super tabla de programación, en la que supuestamente tenías diez minutos para explicar el sustantivo, otros diez para Lápices al centro, otros diez para la lluvia de ideas y los veinte finales para empezar tu proyecto TIC. Pues bien, resulta que te finalizan los cincuenta minutos y te faltan todavía los substantivos abstractos, los propios y los colectivos (por supuesto, el ordenador del aula no funcionaba...) Descubres ambién que has sustituido los diez minutos de Lápices al centro por Averigua cómo se enciende el proyector (lo digo en serio. ¿Pulsas solo un segundo o hasta que se te quede el dedo pegado? ¿Lleva el mando pilas?). Después sales del aula y caes en la cuenta de que has aprendido más bien poco, que el máster es lo que se dice «el timo de la estampeta» Encima el resto del claustro obvia que tú acabas de empezar, como aquel que dice, y presupone que sabes manejar el Ítaca, el correo, que te sabes de memoria los contenidos de cada curso y que controlas el aula como si nada, porque claro, lo has aprendido en el máster.
Creo, sinceramente, que lo más realista que hicimos fue la crítica hacia los manuales de texto.
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